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2020 en Educación Superior: ¿Realmente sabíamos que esperar?

Muchos le han llamado al 2020 el año de la incertidumbre. La expectación de las instituciones por regresar a las clases presenciales y dejar el modelo distancia solo como de “emergencia” les impidió enfocarse en la contingencia, lo que provocó un deterioro en la calidad de la experiencia educativa y, asociado a ello, problemas de retención estudiantil. Entre tanto ajetreo se perdió el foco en el estudiante, un problema que ya era intenso en Latinoamérica pero que, como varias otras dificultades este año, se vio intensificado 

Para mirar al 2021 es importante ver el 2020 con ojo crítico, entender por qué es necesario abordar los problemas de la educación superior enfocados en el futuro, pero conectados con el presente, y con ayuda de herramientas que puedan agilizar los procesos ante cualquier incidencia.  

El panorama de las instituciones de educación superior en Latinoamérica es heterogéneo, públicas y privadas, instituciones pequeñas y otras mega instituciones han tenido que lidiar con el mismo estado de emergencia; implementación de clases virtuales, capacitación del profesorado, redistribución de los recursos, rebajas arancelarias, entre otros. Para cada una de ellas los impactos de este 2020 han sido distintos. En u-planner hemos visto que la deserción ha aumentado en promedio entre un 20-30% en las instituciones privadas. Las instituciones más jóvenes con menos ranking y menos ingresos por estudiante han sido las más afectadas.  

Las instituciones World Class ya contaban con tecnología y protocolos para hacer frente al desafío que significó este año, y fueron las menos afectadas con la contingencia. Ellas supieron focalizar los recursos y trabajar en la permanencia de los estudiantes. Incluso, muchas de ellas aumentaron el número de estudiantes que ingresa cada año, aunque eso no se refleja en el ingreso financiero total por el efecto que ha tenido la incorporación de becas o el aumento de deserción. 

Este año las universidades enfrentan una gran disminución de ingresos por este motivo sin distinción del nivel que lleven los alumnos. Algunos decidieron tomarse un año sabático, o dedicarse a trabajar. Cualquiera sea le decisión todas estas medidas requerirán de una retención a prueba de COVID.  

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Por otro lado, Forbes señala que las tasas de asistencia se han visto reducida en todos los niveles socioeconómicos, sin embargo, los más afectados son los estudiantes de menores ingresos, lo que afecta años de movilidad social. Numerosos estudios han demostrado el valor de un título universitario tanto en términos monetarios como no monetarios. Sin excepción, los estudios muestran retornos monetarios significativos, que van desde USD $ 600,000 a más de USD $ 1.3 millones en el curso de la vida, dependiendo, por supuesto, de la universidad, el título y el campo académico. 

Por esto, abordar este desafío no solo concierne a las universidades en sus propios recursos, sino que también afecta directamente al desarrollo social de la región. 

 Las instituciones deben tener en cuenta una inversión de este tipo considerando que adquirir un nuevo estudiante puede costar hasta cinco veces más, o incluso más en el contexto COVID, que retener a uno existente. Optimizar la experiencia debe ser una prioridad, así como mantener el compromiso a través de estrategias que lo mantengan conectado con el campus. Al extender la relación de reclutamiento a la universidad, existe la oportunidad de impulsar la participación de los estudiantes y una mejor persistencia de apoyo. 

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Fuente: Pexels

Si hablamos de una nueva universidad tenemos que ser francos con el diagnóstico presente, la falta de accesos a un computador o internet por parte de alumnos y docentes es una primera necesidad que debe ser atendida. Además de las carencias técnicas y de interacción para que la modalidad a distancia impacte de manera significativa. Lo hemos visto con nuestros clientes y en el proyecto PMESUT, con el cual estamos apoyando a 20 instituciones públicas de Perú. 

Los especialistas recomiendan una comunicación continua entre toda la comunidad académica, pero para llegar a esto es necesario estar hablando en el lenguaje del estudiante, a través de alguna app, a través de medios inmediatos y expeditos que hagan el flujo de comunicación un intercambio constante. 

Las soluciones basadas en evidencias y gestionadas por datos (data-driven solutions) son una poderosa herramienta para estar preparados y saber qué esperar. Incluso en situaciones crisis, las instituciones que cuenten con una solución tecnológica sabrán a ciencia cierta qué estudiantes son los que están en riesgo y necesitaran un apoyo oportuno.  

Los invito a innovar e invertir en EdTech para enfrentar el COVID con mirada al futuro de los estudiantes y de la sociedad.   

Juan Pablo Mena 

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