educación superior

Desafíos para acreditar programas de Educación Superior

Las instituciones de educación superior se encuentran cada vez más obligados a rendir cuentas por su labor. Esto responde tanto a las exigencias de la ciudadanía para respaldar la calidad de los profesionales de la salud que los atienden, de los ingenieros que construyen sus edificios o la rigurosidad de los académicos que proponen políticas públicas; del sector público, que debe asignar recursos escasos a becas y créditos; de los mismos estudiantes, en calidad de usuarios de un servicio; y el mismo mercado laboral, que busca referencias para integrar profesionales a sus filas. Por ello se ha hecho costumbre pasar por extensos procesos de certificación de parte de agencias nacionales e internacionales para acreditar la calidad de las instituciones, programas y carreras.

Es un modo eficaz de asegurar la calidad y transparencia de la gestión educativa, además de ser un promotor de procesos internos de mejoramiento. En Estados Unidos Kevin Carey de la New America Foundation, señala que “a nadie le gusta la acreditación, pero nadie sabe qué más hacer al respecto”. Por eso, el proceso presenta desafíos importantes para la gestión de cualquier universidad.

1. El costo

Un proceso de acreditación sólo vale la pena si el beneficio es mayor al costo, tanto monetario como en términos de la capacidad gestión interna. El proceso de acreditación es largo e involucra a toda la universidad, por lo tanto los cálculos e inversión deben ser realizadas siempre mirando al largo plazo.

2. Integrar a toda la institución en el proceso 

Las distintas facultades, centros de estudio y unidades académicas funcionan muchas veces de manera autónoma frente la dirección de la universidad. Aunque las autoridades hayan preparado un modelo educativo con una misión, visión y prácticas únicas, alinear a todo el cuerpo administrativo y académico bajo esta mirada y modelo (algo que puede incluir la eliminación de un centro de estudios completo para potenciar el desarrollo de programas conjuntos), es un trabajo largo. Esto no sólo incluye al personal de la universidad, sino que involucra a profesores y colaboradores que sólo dictan clases o realizan investigaciones parte del tiempo, y a un cuerpo estudiantil que se encuentra todavía en proceso de formación.

Al mismo tiempo, las áreas de recursos humanos, finanzas, docencia o investigación suelen gestionarse de manera aislada.  Como los procesos de acreditación implican implementar modelos de gestión integral, la conformidad de todos los actores en torno a un proceso colaborativo puede tomar tiempo. Por ejemplo, expertos de la Agencia de Calidad de Cataluña señalan que muchas instituciones de educación superior en Europa carecen de lineamientos prácticos claros para desarrollar una cultura organizacional fuerte sobre la base de la calidad.

3. Integrar una cultura de autoevaluación y autorregulación 

A través del mejoramiento continuo, los proyectos de acreditación promueven el desarrollo de procesos en los que se implementen prácticas de revisión de su desempeño y mejora de planes y programas. Por un lado, la rendición de cuentas es una carga de trabajo importante tanto para el área administrativa como para el cuerpo académico, que debe invertir buena parte de su tiempo en el llamado “control de gestión”.

Aunque este elemento incentiva la generación de una “comunidad académica” en aquellas instituciones con proyectos muy aislados entre sí, la difusión de indicadores de desempeño a nivel institucional puede ser amenazadora para facultades que valoraban su independencia respecto al resto de la universidad.

4. La autonomía de la institución

Un proceso de acreditación institucional puede someter a prueba la visión y misión de una institución. Una universidad fundada y formada bajo ciertos principios y orientaciones valóricas y pedagógicas, así como una determinada visión de la sociedad puede ver este proceso de revisión estratégica como una amenaza a los mismos pilares de su institucionalidad.

En tal sentido, el proceso de autoevaluación y adaptación de su modelo educativo debe buscar alcanzar equilibrio complejo entre el cumplimiento de estándares e indicadores, y la mantención de un estilo único de educación, reflejo de la identidad individual de cualquier institución. 

5. Coordinación con el mercado laboral

Uno de los elementos comunes en los programas de reforma a la educación es la transición de la entrega de conocimientos académicos a la integración de habilidades laborales. En tal sentido, el mercado laboral señala que la educación superior actualmente no está preparando bien a sus egresados con habilidades claves para trabajar en sus organizaciones.

Para esto, es importante revisar los perfiles de egreso de las carreras, asignaturas y mallas curriculares, para que reflejen el nivel de competencias que requiere la industria y el sector público. Para  esto, es clave mejorar la relación entre las instituciones educativas con el mercado laboral y hacer un seguimiento a los mismos egresados de sus facultades, para evaluar, explorar y comparar cómo las carreras universitarias se están ajustando a la realidad.

6. Gestión del cuerpo académico 

En Chile, un estudio de IPSOS señaló que, en general, la creación y modificación de mecanismos de promoción académica o planes de desarrollo profesional docente presentan los menores cambios respecto a ciertos procesos de acreditación (-31,3%).

La acreditación pone a prueba la relación entre las instituciones de educación y su cuerpo docente. Por un lado, incentiva a integrar profesionales más preparados académicamente; por otro lado, les exige rendir cuentas de su desempeño. Esto involucra un mayor compromiso y trabajo por parte de profesionales que se dividen entre la labor académica y el sector productivo. Al mismo tiempo, en la medida que las instituciones buscan acreditarse en investigación, deben buscar sinergias, con docentes que dediquen más tiempo a preparar investigaciones, e investigadores que dediquen más tiempo a la docencia. Esto implica invertir más recursos en la formación y perfeccionamiento interno de los académicos.

7. Auditoría vs mejora continua

Muchos pueden confundir una acreditación con una auditoría externa común y corriente, que revisa el buen uso de los recursos y la transparencia de los procesos administrativos. Un proceso de acreditación es un catalizador de un proceso de cambios internos sumamente intenso, que permitan asegurar ciertos estándares de calidad en la institución, y que continuará siendo monitoreado de manera periódica.

8. Innovación y libertad de cátedra

La acreditación genera inquietud en los docentes, quienes temen una mayor estandarización y homogeneización de sus clases para acreditar ciertos indicadores de aprendizaje comunes. Preocupa que le reste importancia a la creación de conocimiento nuevo y al valor agregado que cada académico le entrega a sus disciplinas en la sala de clases, coartando la capacidad de innovar. Muchas veces la preocupación es infundada, puesto que los criterios de acreditación tienden a entregar indicadores de desempeño genéricos que no amenazan ni la libertad de cátedra ni el enfoque propio que el docente entrega a su clase. 

Frente a estos desafíos, es clave preparar bien a la institución para este tipo de procesos, para comunicar, difundir y sensibilizar a todo el equipo respecto a los fundamentos de la acreditación como las mejoras internas que esta potenciará dentro y fuera de la sala de clases.

¿Qué desafíos enfrentas tú respecto a un proceso de acreditación? ¿Qué criterios valoras más a la hora de implementar ciertos indicadores dentro de tu institución? Aprecio tus comentarios y sugerencias más abajo.

Publicaciones Similares