La valoración de los docentes en la
educación superior comienza en la misma planificación académica. Por lo tanto, un
software para la asignación de horarios, debe centrarse en dos puntos importantes para su planificación académica: los estudiantes y el cuerpo académico.
Sin embargo, la docencia tiende a ser una de las disciplinas donde los profesionales se sienten menos valorados.
Un equipo docente de calidad y efectivo no se crea – se forma a lo largo del tiempo. Muchos de los factores críticos para mejorar la calidad de vida de los docentes, no proviene del ámbito académico, sino de la misma gestión de la educación superior
.
Los docentes e investigadores de
instituciones de educación superior, provienen de distintos perfiles. Las universidades e institutos técnicos cuentan con académicos de planta dedicados a la docencia y a la investigación, académicos que distribuyen su tiempo entre distintas universidades y académicos que ejercen su disciplina jornada completa en una institución.
Al mismo tiempo, se reúnen profesionales con extensa experiencia en gestión académica y docencia universitaria, con destacados profesionales, pero con poca experiencia en el ámbito pedagógico.
Entonces nos planteamos el siguiente desafío:
¿Cómo aprovechar la asignación de docentes?
1. Confirmando su carga horaria con el debido tiempo.
Hay muchos factores que inciden en esto: número de alumnos inscritos, ramos por semestre, asignación de salas, etc. Sin embargo, no hay nada más desgastante para un docente que:
- Preparar extensivamente un plan de estudios durante las vacaciones, para enterarse al inicio del semestre que el curso no se dictará por falta de quórum.
- Hacer verdaderos “malabares” para que coincida la carga horaria y esta no genere conflictos con otras obligaciones académicas o profesionales.
2. Calzar la planificación con los perfiles del docente y del estudiante.
Nunca hay un bloque horario igual al otro. Un curso vespertino –
con profesionales y trabajadores que compatibilizan su empleo con sus estudios – debe hacer coincidir horarios, salas y profesores, por factores distintos a los de una jornada diurna – en la que los estudiantes están prácticamente todo el día en la universidad.
3. Articular la misión y visión de la casa de estudios.
Los centros académicos de primer nivel, trabajan fuertemente en asegurar que los docentes se interioricen y actúen de acuerdo al proyecto educativo institucional. Pero en muchas otras instituciones, este proyecto educativo está colgado a la pared, y nadie sabe cómo implementarlo.
4. Capacitarlos permanentemente.
Existen profesionales brillantes que no saben presentarse en una sala de clases; y al mismo tiempo, se presentan eminencias de la pedagogía en educación superior, que carecen de conocimientos en profundidad sobre una disciplina en particular. La formación de los docentes en áreas como planificación, metodología de aprendizaje o gestión académica – sean estos de planta, a tiempo parcial o trabajen por hora – no es un lujo para una universidad, o un sacrificio que debe pagar el académico para perfeccionarse: es una necesidad y un imperativo.
5. Asignar adecuadamente los recursos.
En la práctica, las exigencias básicas que da cualquier docente es:
- Enseñar en una sala de clases apropiada.
- Contar con los equipos adecuados.
- Impartir una cátedra a un número óptimo de estudiantes.
- Comenzar o terminar a una hora razonable.
Siempre habrá conflictos de salas: no hay factibilidad física y horaria en la que se satisfaga a todos. Pero ningún laboratorio funciona sin implementos de seguridad, y una clase en base a métodos activos de aprendizaje, es muy poco efectiva si la sala supera los 30 alumnos.
No hay nada más vergonzoso para un docente de ingeniería, que planificar la inducción a un software… y que ese software no esté disponible en la sala de computación.
Por otro lado, no hay nada más agotador para un docente – y para el bolsillo de la universidad – que dictar la misma cátedra expositiva dos veces consecutivas, a grupos pequeños de estudiantes, en vez de haberla concentrado en una sola hora.
6. Propiciar el diálogo y la coordinación académica entre pares.
Hay una línea muy delgada entre la libertad de cátedra – y la autonomía del cuerpo académico, de impartir sus clases como estimen conveniente – con la alineación de estándares de aprendizaje. ¿Qué sucede cuando la carga académica y los requisitos de evaluación de uno u otro docente de la misma se oponen?
Frente a la necesidad de acreditarse y contar con sistemas comunes que aseguren la calidad, es necesario alinear los estándares de aprobación y dimensionar la carga académica. Por ejemplo, con tablas de especificaciones, una definición común de niveles taxonómicos y ponderaciones. Ello facilitará con creces el trabajo de los docentes.
7. Otorgarles (y valorar) su espacio y tiempo.
Al igual como sucede en las escuelas, muchos docentes tienden a planificar sus clases y corregir evaluaciones en sus hogares, en lugar de contar con algún espacio común, con tiempos asignados a la reflexión y diálogo con otros académicos. Además de acoger a los estudiantes, aprender de sus pares e interactuar con el resto del personal.
8. Gestionar conflictos entre distintas facultades.
Suena un poco cliché, pero sucede en programas donde los estudiantes toman ramos de distintas facultades. Un docente o su ayudante, planifica con poca antelación una actividad en terreno, un curso de reforzamiento o la asistencia obligatoria a una charla. Con ello pasa a llevar – sin querer – la planificación académica de otros colegas.
9. Sistematizar sus labores administrativas.
Debemos aliviar esta carga. Una de las tareas menos placentera para un académico, es poner al día varias versiones del mismo libro de clases. Existen casos en los que el docente mantiene un registro personal de notas, asistencia y actividades, que luego consignar en:
- Una plataforma de e-learning, donde sube su material de estudios.
- Un registro académico.
- Un libro de clases impreso.
Al final del día, muchos docentes centran parte de sus horas de clases, en poner al día el registro o aclarar dudas administrativas con los estudiantes, en lugar de impartir la cátedra o desarrollar las actividades prácticas.
10. Entregarles un perfil de sus alumnos.
Al iniciar un semestre, suelen presentarse dos escenarios diametralmente distintos:
- “Profesor, eso ya lo pasamos”.
- “No entendemos nada de lo que habla”.
¿Me expliqué mal? ¿Habrán entendido todos o deberé reforzar este contenido?
Antes de siquiera comenzar un curso, todo docente debe saber muy bien a quién le está impartiendo clases: qué carrera siguen sus alumnos, cuáles son sus intereses, qué ramos han tomado, qué tipo de habilidades han desarrollado, cuáles son sus fortalezas o debilidades, etc.
Con la información de contexto de cada estudiante, las clases se harán más efectivas, pues se centrarán en lo que los estudiantes han aprendido, lo que los motiva, en cómo asimilan los contenidos y – mejor aún – cómo podrán proyectar mejor las habilidades y conocimientos en su futuro profesional.
¿Cómo gestiona tu institución de educación superior la carga de trabajo de sus profesores?